Durante años, ha habido una división de opiniones entre aquellos que aseguran que el tomate es el responsable del color rojo de la salsa brava y aquellos que sostienen que es el pimentón el que marca la diferencia (hay otra división, que asegura que lleva los 2 ingredientes).
Pero, ¿sabéis qué? Uno de ellos está bastante equivocado. La receta original de la salsa brava no llevaba ni rastro de tomate.
Descubriendo la receta original
Viajemos en el tiempo hasta el año 1949, cuando un talentoso cocinero santanderino decidió establecerse en Madrid y abrir un restaurante (La Casona) en la calle Echegaray.
Fue allí donde nació una de las recetas más versionadas y queridas de nuestra gastronomía: la salsa brava (de la cuál ya he hablado aquí). Esta salsa, con su ligero toque picante y su increíble sabor, se hizo famosa en la capital.
La receta original de la salsa brava creada por este genio culinario no incluía tomate en absoluto.
Aunque ha habido numerosas adaptaciones y versiones de la salsa a lo largo de los años, algunas de las cuales incorporan tomate, es importante recordar que la verdadera receta se mantenía alejada de este ingrediente.
Un «bravicidio» en la evolución de la salsa brava
Es una pena que con el paso del tiempo, la receta original haya sido tan alterada y se hayan creado salsas de baja calidad que no hacen justicia a la verdadera salsa brava.
Incluso podríamos decir que algunos establecimientos han cometido un «bravicidio» (de hecho, lo comenté aquí, en un artículo para El Digital de Asturias), arruinando por completo una salsa tan sabrosa y convirtiéndola en una imitación sin alma apta sólo para «turistas deambulando por las urbes».
Aunque aún podemos disfrutar de la auténtica ración de patatas bravas en algunos lugares que siguen fieles a la tradición culinaria o que al menos, han optado por no destrozarla.
Los ingredientes que sí lleva una salsa brava como dios manda
Pues, en resumidas cuentas… la salsa brava se elabora con esmero y respeto por la autenticidad, ante todo, y con 6 ingredientes.
El proceso comienza calentando los ajos, la cebolla y las guindillas (ingrediente clave) a una temperatura controlada, evitando que el aceite se queme y afecte el sabor de la salsa.
Luego, el pimentón dulce (de la Vera, o no) juega un papel fundamental, pero es crucial añadirlo fuera del fuego para evitar que se queme y amargue el resultado final.
Por supuesto, la harina, para espesar. Y una vez que los ingredientes se han mezclado a la perfección, es hora de añadir el caldo (otros añaden agua, vino…) y sal al gusto.
Ahora que sabes la verdad sobre la salsa brava, es hora de difundir este conocimiento y compartirlo con todos aquellos que aún están en la oscuridad.
Juntos, podemos preservar la esencia de este clásico de nuestra gastronomía y asegurarnos de que las futuras generaciones disfruten de la verdadera salsa brava, sin tomate y con todo su sabor auténtico.