Si te digo la verdad, vayaBravas lleva cociéndose desde que tengo uso de razón, aunque oficialmente nació un 4 de enero de 2020, han pasado ya 5 años (como vuela el tiempo). Pero la semilla se plantó mucho antes, a finales de los 90, cuando con 10 años me sentaba con mis padres en las terrazas de los bares a zamparme una ración de bravas. No existía Instagram, ni reseñas en Google Maps... pero ya entonces ese crío llamado David Sitjes notaba que las patatas tenían algo especial.
Monté un triste perfil en IG con la idea más simple del mundo: ir guardando las bravas que me iba comiendo. Sin pretensiones. Sin filtros. Solo una especie de álbum visual de todo lo que me tragaba. Pero cuando haces las cosas con pasión (y con hambre, sobre todo con hambre), la gente conecta.
Y sin buscarlo, se montó una comunidad bravera de las buenas, de las que opinan sin pelos en la lengua, que comentan, que se mojan. Y ahí fue cuando pensé: vale, esto se está poniendo serio.
El comienzo de todo
Entonces me marqué un reto: subir bravas cada día (puedes ver mi mapa bravero con mis recomendaciones). Y lo cumplí durante un buen tiempo, a rajatabla. Hasta que llegó el puto virus que todos conocemos, y después, un par de marrones de salud que me alejaron —por cojones— de mis adoradas patatas.
Pero no me rendí. Solo cambié el juego. Me propuse probar 500 bravas distintas en 2 años . Pero con criterio, con fundamento. Nada de postureo foodie ni hashtags absurdos. Aquí se habla claro o no se habla.
En 1637 días (sí, los conté) he visto de todo: bares que cierran, otros que abren sin tener ni puta idea de freír una patata, clásicos que sirven bravas gloriosas por cuatro duros, y modernos que te clavan 8 pavos por una ración que parece hecha con sobras del súper.
Y por decir esto, me han caído palos por todos lados: insultos, pueblos enteros cabreados, vetos en locales. ¿Y sabes qué? Me la pela . Las verdades escuecen, pero alguien tiene que soltarlas, ¿no?...
Nunca quise ser crítico gastronómico
Ni foodie. Ni influencer. Pero claro, si te tiras años comiendo bravas como si no hubiera un mañana, al final se corre la voz. Los bares lo saben, te quieren invitar, te quieren pagar, te quieren comprar... y ahí es donde trazo la línea: mi opinión no está en venta .
Si pruebo tus bravas, las pago. Y si están malas, te lo voy a decir. Sin mal rollo, pero sin vaselina.
Esto no va de seguidores, ni de postureo ni de posturetas, va de pasión. Y esa no se vende. Aunque el 99% de lo que se mueve en redes sí lo haga. Y no lo digo yo, lo dicen muchos hosteleros con los que he hablado: el tema foodie se ha cargado este sector.
Os podría contar historias de "personajes" con cientos de miles de seguidores que dan hasta pena, pero ese melón lo dejo cerrado… por ahora.
Y justo por eso, por esa degeneración, decidí bajar la persiana. Porque lo que empezó como un disfrute, como una manera de compartir la pasión por las bravas, se convirtió en un circo de mentiras (eso únicamente lo ves cuando estás dentro), donde cualquiera con 1.000 seguidores se vende por una cena gratis. Y aunque me la suda lo que opinen de mí, no soy tan gilipollas como para no ver el panorama.
¿Podría haber seguido? Claro. Muchísimos lo harían. Tuve más de 9.000.000 de visualizaciones en reels. O sea, como si toda Catalunya te hubiera visto al menos una vez. Pero yo no estoy aquí para hacer numeritos. Y no iba a desviarme ni un milímetro de mis principios por salir en más pantallas.
Así que preferí cortar antes de acabar haciendo el ridículo como tantos otros.
Llegué a tener más de 40.000 seguidores (solo comiendo bravas), pero cuando dices las cosas como son, empiezan a volarte piedras desde todas partes. Empezaron a llegar haters de otros “foodies”, me enviaban bots a saco, campañas de mierda solo por no tragarme sus películas. Algunos se pensaban que yo era su competencia, como si esto fuera una guerra de followers.
La realidad: yo lo hacía por puro vicio, por hobby, por pasión, sin deberle nada a nadie .
Así que después de pegarle una limpieza bestia a mis perfiles, decidí bajarme del carro. No por miedo, ni por presión, sino porque no pienso compartir espacio con vendehumos ni formar parte de un teatrillo que huele a sobaco desde lejos. Me fui por principios .
Hoy en día sigo comiendo bravas. Muchas. Pero ya no las subo, no las comento, no las comparto. No me apetece. Punto. Pero las sigo gozando como siempre, eso no cambia. Y si algo me hace sentir orgulloso, es haber organizado un evento en el que conseguimos recaudar más de 5.000 euros en una sola tarde para el Institut de Recerca de Malalties Rares de la Vall d’Hebron. Eso sí es dejar huella.
¿Volveré? Probablemente. Pero ahora tengo otros proyectos que me piden más guerra.
¿Hablamos de bravas?
vayaBravas es un proyecto de reseñas gastronómicas especializado en patatas bravas. Creado por David Sitjes, ha valorado más de 500 raciones en bares de toda Catalunya y parte de España.
David Sitjes, creador de contenido catalán, impulsor de proyectos como Barbut Records y Barbut Català, es quien ideó y desarrolló vayaBravas como un proyecto cultural y gastronómico independiente.
Puedes verlas en el perfil oficial de Instagram de vayaBravas o el TikTok y en el mapa interactivo con las más de 500 bravas probadas por David Sitjes.